Por: Adrian Ibelles
parismaul@hotmail.com
En cada escena, escondida entre las coreografías, detrás de cada movimiento, debajo de una sombra que sirve como escenografía, en la música que se libera, en la soga que se sujeta. En todas partes está ella. Baila, baila Pina.
No te pierdas.
Como homenaje a la vida y obra de la coreógrafa y bailarina alemana Pina Bausch, llega a las pantallas una exitosa interacción entre la danza y el cine. La expresión física y la intervención de un lenguaje ajeno, permiten al prolífico cineasta Win Wenders jugar con los aspectos visuales y narrativos en su faceta como documentalista (Invisibles, 2007; The soul of a man, 2003; Buena Vista Social Club, 1999) a través de Pina.
Por sí mismo, el trabajo expresivo de la danza impresiona por la fuerza contenida en cada uno de los movimientos, para encontrar una potencialización por parte de las opciones que esa movilidad de géneros permiten. Los recorridos por la ciudad permiten observar una interacción con la danza, creando una impresión hiperrealista, sacando las expresiones del escenario en la representación de algunas coreografías que habían seleccionado el cineasta y la maestra, antes de la repentina muerte en 2009 de la creadora de Café Müller.
Conviene reflexionar sobre la existencia de un diálogo “imaginario” entre los bailarines y la cámara, en distintos momentos, dentro de las entrevistas y fuera de ellas. Pina es un experimento que maravilla, convence y conecta con el espectador, en un documento visual que no se enajena en el personaje de Pina Bausch, sino que involucra su trabajo y su legado para funcionar. Con este film el director alemán vuelve a trasgredir muchas de las reglas, creando una obra única y que ofrece las variantes suficientes para creer que el cine está lejos de quedarse sin propuesta en su sentido y forma.
Nominada al Oscar 2012 como mejor documental, Pina es una cinta hermosa que vale muchísimo la pena explorar.
